8 errores que he cometido como diseñador editorial
En este post vengo con mis mejores galas de diseñador para contarte 8 errores que he cometido alguna vez y que, además, son los que más me han ayudado a la hora de perfeccionar mi propio trabajo de diseñador editorial.
Que os quede claro que sigo cometiendo errores… ¡Somos humanos! Cada día voy aprendiendo nuevos modos de hacer o de perfeccionar el trabajo, pero hay errores que me pesan un poquito más por así deciros, pues al final, son equivocaciones que con el tiempo acabas eliminando de tu manera de hacer y pueden evitarse perfectamente.
No nos enrollemos más y vamos a ver esos 8 errores que tú puedes evitar perfectamente prestando un poquito de atención a tu trabajo. Los he ordenado en un espacio temporal de working normal (desde que empiezo hasta que acabo un proyecto, que no me sé explicar jeje).
¡Atentos!
1. No hacer un contrato/presupuesto al cliente.
No conozco desgraciadamente ningún diseñador, de cualquier rama creativa, que no haya trabajado sin tener un documento económico que especifique los precios, cláusulas o método de pago al cliente… Incluso es habitual encontrar encargos no muy bien especificados que acaban haciéndose gratis por no saber valorar nosotros mismos las horas y el talento de nuestro trabajo, al igual que su precio.
En la mayoría de los casos es un error por diversos motivos:
• Si no especificamos un precio, el cliente no sabrá el valor de nuestro trabajo y se creerá con el derecho a pedir variaciones o cambios innecesarios.
• De la misma forma, debemos dejar claro los servicios contratados si no podrá pedirnos más de lo realmente pactado o que tú puedes asumir.
• Si establecemos unas cláusulas base de cobros o maneras de trabajar, tanto el cliente como tú sabréis cada paso y qué se incluye, y tanto para ti como para él es un alivio tener desde el principio un documento explicativo.
• Te resguardas de posibles casos en los que el proyecto se desvíe, se deba realizar más trabajo del acordado, el proyecto se pare en seco o incluso el cliente no quiera pagar. ¡No tiene por qué pasar nada de esto! Pero siempre es mejor dejar claro y por escrito qué sucedería en esos casos.
Por ello, es superimportante crear un documento explicativo en el que se especifique cuál será el trabajo, su precio y otros detalles relevantes. Hazlo por el cliente y, sobre todo, por ti.
Vale, empiezo fuerte, ¿no?
2. No cuestionarme qué es necesario.
Esta lección me la dieron un par de editoras en el último Ilustratour que se celebró en Valladolid, al que asistí y en el que presenté mi trabajo a una editorial que me encanta. Estas editoras (en realidad un poco quisquillosas) valoraron mi primer libro ilustrado (autoeditado) y lo atacaron por varios frentes, pero hubo uno que en especial me hizo pensar: ¿realmente mi libro de poesía ilustrada necesitaba numeración? Es una cuestión quizá algo tonta, pero me hizo analizar desde otro punto de vista todos los elementos que había añadido a mi libro.
En general, en el diseño editorial heredamos ciertas costumbres en su elaboración o diseño que no son necesarias o restan belleza al propio libro. Estos elementos pueden ser desde la paginación o el índice hasta cabeceras, por ejemplo.
Debemos preguntarnos qué necesita nuestro libro y, si realmente no estamos seguros, menos es más.
Si estáis preguntándoos de qué elementos se compone un libro o qué partes puedo añadir o quitar, os lo cuento en el post sobre “¿Qué compone un libro? Elementos y sus nombres”
3. Anteponer moda a concepto.
Esto me ha sucedido muuuuuchas veces, sobre todo cuando empecé, en concreto con las tipografías. Una de las cosas más importantes que considero tienen los libros hoy en día es que son un objeto bello que, como objeto, debe hablarnos del interior, de su historia y de su propio autor. Debe ser perdurable en el tiempo y, lo más importante, ser reconocible tanto por su interior como por el exterior.
En ocasiones, descubrimos tipografías modernas que nos encantan o modos de diseñar que van de la mano con nosotros, que son fantásticos y queremos aplicar a cada uno de los diseños que apliquemos. Ante esto, debemos separar por un momento nuestro gusto (e incluso obsesión) por estos modos de hacer nuevos y preguntarnos qué manera de hacer, qué tipografía o que diseños funcionará con el libro o publicación editorial. ¿Esta tipografía clásica funciona sobre un libro de tecnología? ¿Este tipo de ilustración embellece un libro de tema tan clásico? Seamos coherentes con el formato y tema del proyecto.
4. Empezar a trabajar sin un estilo claro.
Sé que es habitual que el propio cliente no tenga todos los textos ni sabe del todo qué es lo que quiere, pero estas incógnitas tenemos que despejarlas lo antes posible. De esta manera, podremos trabajar con los pies en firme y no cambiar una y otra vez, de inicio a fin, todos esos detalles y estilos que afectan a la publicación. Con esto, hablo de páginas maestras, tipografía, tamaños o colores. No siempre vamos a saberlo todo desde el inicio, pero cuanto más claro lo tengamos, menos trabajaremos y podremos dedicar más mimo al resto de cosas.
(cuantas veces empecé un proyecto y cambié la tipografía o colores, 5 o 6 veces por cuestiones impulsivas o de indecisión… tomad una decisión cuanto antes y no pequéis de indecisos como yo!)
5. No saber explicarme bien.
Esto no es un error tan técnico, pero es casi peor que todo lo que nos pueda pasar con el resto de problemas. Si no sabemos explicar a nuestro cliente por qué hemos tomado todas las decisiones de nuestro trabajo, va a pensar que tampoco sabemos nosotros mismos el motivo de hacer el trabajo de una u otra manera, y va a desconfiar del método y la solución.
Y lo más probable: Va a decirte él mismo qué hacer (y casi como hacerlo). Todos los clientes saben lo que quieren hasta que un diseñador les enseña el camino óptimo para sus ideas (que filosófico he estado ahí, mu bien). ¡Confía en tu criterio y defiéndelo!
6. Tener desorden total de archivos.
Vale, esto acaba pasándole a casi tooooodos, pero una vez que aprendes a ser ordenado con los archivos queda claro que tenerlos desordenados es un error gravísimo. Cuando trabajas con programas de diseño y añades imágenes o recursos desde distintas carpetas, el programa te pedirá que siempre estén en el mismo sitio. ¿Qué ocurre cuando acabamos tirando, moviendo o renombrando archivos? Que literalmente podemos perder trabajo realizado, imágenes de valor para el proyecto o simplemente ganar horas de búsqueda sin sentido, y ninguno de nosotros quiere eso ¿no?
Un consejo: Cuando comencéis un proyecto, cread una carpeta específica para él y añadid en dicha carpeta todos los materiales utilizados en carpetas nombradas (Tipografías, Materiales, Referencias, etc.). De esta manera, todo estará ordenado y disponible fácilmente para cuando queramos acceder a ello.
7. No contar con la producción.
A la hora de diseñar siempre pensamos en términos de imagen, color y composición, pero olvidamos que nuestro trabajo va a ser impreso. Y me ha pasado de todo, desde empezar a trabajar en RGB hasta seleccionar tipografías con un tamaño inadecuado para impresión. Si nuestro proyecto va a ser impreso, preparad los archivos desde el inicio para impresión ¿Y qué tenemos que preparar? Os digo unos tips rápidos:
• Imágenes a 300 píxeles por pulgada, en formato CMYK si son a color o Escala de grises si son en blanco y negro.
• Dejad unos milímetros de sangrado en todos los documentos, incluso si finalmente no serán impresos. De esta manera no aparecerán huecos en blanco o líneas de corte.
• Haced una prueba de impresión casera siempre al tamaño de impresión original. Podéis imprimir incluso en una imprenta barata para ver más o menos como puede quedar para corregir errores que en pantalla puedan salir inadvertidos o corregir colores.
Si quieres más consejos sobre maquetación editorial aquí tienes 10 consejos 😉
8. No hablar con la imprenta sobre el Arte Final.
Os aconsejo que habléis directamente con la imprenta sobre el modo de preparar el documento y qué tipo de documento es, sobre todo si no has trabajado apenas con estos profesionales. Cada imprenta trabaja de una manera determinada y, aunque hay maneras de enviar un archivo estándar, nunca sabes si prefieren el archivo por páginas o montado, si el troquel necesita algún ajuste o tinta especial, etc.
Todos podemos cometer (y de hecho, cometemos) errores, pero siempre estamos a tiempo de intentar evitarlos. Eso sí, aunque sea inevitable, no os avergoncéis por las cagadas que cometáis, os enseñarán aunque sea a base de palos, lecciones importantísimas en vuestro trabajo y cuanto antes os ocurra, antes seréis mejor profesionales.
Pablo
En mis inicios haciendo posters olvide expandir una tipografía y los de la imprenta me pusieron una random sin avisarme… En fin… se me quedó buena cara de payaso al ver el resultado final.
La Granja
Hola Pablo! Siempre es ideal trazar las tipografías peeeeero el error en ese caso fue de la imprenta! Antes que imprimir con cualquier otra tipografía debería consultarlo contigo (o podrían también buscar la tipografía en la web, que hoy en día es sencillo). Una imprenta poco responsable, al menos los gastos correrían a su cargo verdad? Gracias por escribir!